viernes, 22 de agosto de 2008
Sugerencias para orar con el Evangelio
1. Leer el pasaje .
§ Leer lentamente, varias veces, y subrayar palabras,gestos, actitudes,
frases... que me impactan.
§ Leer el comentario, de la misma forma,para mejor comprender el texto.
§ Hacer silencio y dejar que eso que he subrayado se grabe en mí.
§ Repetir las palabras y frases.
§ Escuchar a Dios ahí y hablarle de eso.
§ Dejarme empapar por la Buena Noticia lentamente,
como la lluvia suave y persistente cala y moja la tierra.
2. Poner el Evangelio en primera persona
El Evangelio es BUENA NOTICIA, HOY, PARA MÍ.
No es algo del pasado, algo que sucedió. Está sucediendo ahora.
Jesús me invita, me habla, me revela algo, me anima, me exhorta;
me cura, me libera, me recrimina, me toca, me mira, me felicita;
me elige, se me queja, me quiere, me envía, me hace persona.
Yo soy quien le pregunta, quien le pide, quien le acecha,
quien le escucha, quien le sigue, quien no le entiende,
quien le admira, quien es curado, enviado, querido...
Todo eso está pasando AHORA.
Este momento es el KAIRÓS de Dios, su momento de gracia para mí.
Creo que ocurre ahora lo que ocurrió entonces.
Este pasaje es una historia de hoy, no sólo del pasado.
Ocurre hoy en el mundo, en la Iglesia, en mí.
Lo que el Evangelio narra tiene que ver con mi vida.
Lo que en el Evangelio se dice, se me dice a mí o lo digo yo.
Lo que acontece, me acontece a mÍ...
Jesús es el protagonista. Yo soy un actor metido en escena.
Por eso leo el texto evangélico en primera persona,
despacio, varias veces, dejándome empapar por él.
3. Identificarme con los personajes
Me meto dentro del hecho, de la narración, como uno más;
y me voy identificando con los PERSONAJES que salen;
con lo que hacen y dicen, con lo que sienten, piensan y quieren...
Me identifico con el pueblo, los discípulos, los fariseos,
el enfermo, el ciego, el paralítico, el endemoniado,
el leproso, los que le admiran, los que le acechan;
con Pedro, Juan, la Magdalena, Marta,
con sus parientes, con el joven rico, con el administrador,
con la viuda de Naín, con el hombre que encontró un tesoro,
con la adúltera, con Nicodemo, con María..., según el texto elegido.
Finalmente, me identifico con Jesús.
Yo soy como Jesús, otro Jesús.
y dejo que fluyan los sentimientos.
4. Contemplar a Jesús
Leo el texto y me quedo CONTEMPLANDO a Jesús:
sus gestos, actitudes y palabras;
sus ojos, su corazón, sus sentimientos;
cómo habla, cómo trata a las personas;
qué experiencia tiene de Dios, su Padre;
lo que hace y lo que deja de hacer...
Permanezco quieto, junto a ÉL, cara a cara.
Miro, escucho, veo, siento, me alegro...
No trato de sacar conclusiones, ni decisiones éticas,
ni revisar mi vida, ni tomar compromisos.
Ni pienso qué me está pidiendo...
Sencillamente ESTOY contemplando, viendo quién es,
empapándome de su cercanía y amor,
de lo que hace conmigo y de lo que hace con otros.
Y, poco a poco, dejo que fluyan mis sentimientos:
alegría, alabanza, petición, perdón, ofrecimiento, disponibilidad, paz...
5. Fijarme en una frase
Leo el Evangelio y me fijo en una frase, o palabra, o gesto, o actitud.
La que más me llama la atención: Dios me habla a través de ello.
Después de acogerla, me dejo tocar por ella, dejo que me empape.
La rumio, le doy vueltas y vueltas,
le saco todo el jugo que puedo de buena noticia.
La acomodo a mi caso particular y me dejo interpelar por ella.
Dios me la dice a mí personalmente. Por eso es Buena Noticia.
Dios no suele soltar grandes discursos
Ni habla tan oscuro que tengamos que esforzarno
Después, si tengo tiempo, sigo leyendo,
pero... no me como todo el pasaje.
Me detengo en lo que me impacta de nuevo. Y hago lo mismo:
lo acojo, lo acomodo, lo repito, lo rumio, me dejo tocar.
6. Usar la inteligencia, el corazón y la voluntad
Con la inteligencia: apoderarme intelectualmente del texto,
conocerlo y poseerlo.
Para ello, leerlo despacio en presencia de Jesús, subrayando;
entresacar las cosas esenciales.
Leer también el comentario del texto.
En este momento, la palabra clave es CONOCER.
Con el corazón: empaparme cálidamente del texto
en diálogo afectuoso con Jesús; saborearlo.
Tratar de sentir las ideas del evangelio.
Para ello, repetir frases e invocaciones nacidas de dentro.
Meterme en escena. Experimentar con amor.
En este momento, la palabra clave es SENTIR.
Con la voluntad: expresar a Jesús mi deseo
de poner en práctica el contenido del texto.
Para ello, pedir con insistencia una decisión firme,
tomar un compromiso.
Convertirme y cambiar actitudes y vida.
En este momento, la palabra clave es QUERER.
7. Arar el texto
Cualquier pasaje evangélico tiene mucho contenido.
La costumbre de orar con él un día y pasar a otro texto,
o la de fijarse en una frase o sentimiento
y dar por hecho que hemos orado con ese texto,
es desperdiciar la mayor parte de él.
Frente a esas costumbres, tomemos el hábito de arar el texto,
frase a frase y palabra a palabra, desde dentro, metiéndonos en escena.
Acostumbrémonos a orar varios días con el mismo pasaje o texto.
Hay personas que pasan por todo superficialmente. No ahondan.
Y, claro, la Buena Noticia les parece una trivialidad,
que no merece la pena, que no dice nada. Es normal.
Para conocer, gustar y saborear el evangelio necesitamos
ARARLO Y AHONDAR en él.
Los tesoros no suelen estar en la superficie.
8. Repasar mi vida a la luz del Evangelio.
Aplicación personal
Si el Evangelio es Buena Noticia, hoy, para mí,
si seguir a Jesús es pro-seguir su causa,
si orar es vivir, experimentar la Buena Noticia...,
el evangelio ES y TIENE siempre una palabra viva
para mi vida, para mi situación actual.
Aplico el pasaje a mi vida:
Lo que necesito,
lo que no vivo,
lo que me anima,
lo que se clarifica,
lo que no quiero tocar,
mis avances y alegrías,
lo que no hago,
lo que me pide hacer.
Lo que tengo que discernir,
lo que es puesto en entredicho,
mi proyecto de vida,
lo que voy descubriendo,
mis dudas, temores, dificultades,
mis falsos ídolos y justificaciones,
lo .que puedo y. debo hacer,
mis compromisos...
9. Cuando no me dice nada: estar activamente
Releo despacio el pasaje varias veces.
Si nada resuena, sigo leyendo con amor y actitud de escucha,
muy despacio, parándome, intentando estrujar...
Dios tiene su hora y viene en su momento.
Quizás, cuando menos lo espero.
La ACTITUD DE ESCUCHA es ya una oración,
pues es estar con todo nuestro ser,
cara a cara, con Él, esperando y amando.
10. Volver sobre el mismo pasaje
Los pasajes evangélicos no son para orar con ellos una sola vez.
No basta con conocerlos. Son para saborearlos, gozarlos y vivirlos.
Por ello es necesario volver sobre ellos.
El Evangelio es buena noticia viva y sin fondo.
Nadie descubre su hondura EN UNA SOLA VEZ.
Es bueno y necesario volver a orar con aquellos pasajes o textos
que nos han impactado, que nos han removido,
que han resonado como Buena Noticia.
En la oración, como en el amor, hay que cultivar
lo que ayuda a su crecimiento.
Hay que volver, ante todo, sobre aquello que nos ilusiona
y mantiene nuestra esperanza,
y también sobre aquello que nos critica
o pone en entredicho nuestra vida y nuestro caminar.
No basta con descubrir la Buena Noticia;
es necesario perseguida
para hacerse con ella,
para gustada y saboreada.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario