sábado, 23 de agosto de 2008

De Francisco a Clara:1209-1212/2009-2012


Quisiera proponer como punto de partida de nuestra reflexión el hecho del aislamiento de Francisco en los primeros tiempos de su conversión, 1205/06-1208, y el semejante aislamiento de Clara en los años antes del 1212. Con alguna libertad poética, quisiera indicar los primeros meses del año 1208 come un “espacio vacío” donde nosotros podemos ejercer nuestra imaginación. Digo los primeros meses del 1208 para que podamos imaginarnos un joven, Francisco, que durante tres años y tentaba vivir según una inspiración que había recibido, pasando por varias etapas. Y en aquello primeros meses del 1208 (podemos aún imaginarnos los meses fríos de enero y febrero que ahora conocemos en Asís), podemos imaginarnos una “Doña Clara” bastante aislada, todavía en su casa familiar, buscando el modo de externar su creciente conocimiento de una llamada del Señor hacia una “cosa” que queda todavía poco conocida.
Francisco sigue trabajando en el arreglo de capillas arruinadas afuera de las murallas de Asís, guiado por el Señor hacia el servicio de los leprosos que vivían cerca de una de aquellas capillas, vestido como ermitaño laico, rezando como sabía, escuchando atentamente la palabra del Evangelio en la capilla rural y casi abandonada de la Señora de los Ángeles cerca del hospicio de San Lázaro, y luego cambiando su modo de vestirse al entender las palabras del Evangelio sobre el Señor que envía a los doce. Lleno de ánimo y deseo ardiente, reconoce que esto e “lo que quiere con toda el corazón.” Pero se encuentra solo – no están consigo otros once que comparten el camino. No hay ni un compañero, en modo que puedan ir junto, de dos en dos. Está solo.
Mirando hacia arriba desde el pantano malsano de la Porciúncula, se puede vislumbrar la figura de una joven aristócrata que observa, desde la ventana de su casa paterna, la construcción de la nueva catedral de la ciudad. Se crió en medio del ruido de armas entre los muchos caballeros de su familia, atentamente vigilada en sus entradas y salidas por Gianni Ventura, encargado de la seguridad de la casa. Se crió en la piedad de su madre que viajaba lejos en peregrinaciones, enfrentando la incertidumbre y los peligros de aquellos viajes. En edad de merecer, quiere proponer al que le lleva propuestas de matrimonio las enseñanzas de la vida cristiana. Parece una penitente que vive en familia – de su porción de la mesa familiar envía una parte para sostener los hombres que trabajan en el arreglo de las capillas abandonadas de la zona. Pero se encuentra sola, aún en medio de una familia grande.
Guiados por la imaginación fundad en los documentos, podemos imaginarnos, en los primeros meses del 1208, dos personas llamadas por el Señor in modos distintos, aparentemente aisladas.
Si no hubiera pasado nada más, podríamos tener todavía a una “Santa Clara de Asís” y un “San Francisco de Asís,” mas sus historias serían separadas y distintas: ella, una penitente devota que pasaba los años, como virgen dedicada, en la cura de sus padres en la casa de familia, en una vida de oración y ayuno, haciendo limosnas con las riquezas de su familia a los pobres y al arreglo de las iglesias. Sería una santa, mas no la santa que nosotros conocemos como “Clara de Asís.” Él, Francisco joven, podría haber sido también un ejemplo del laico cristiano dedicado a la cura de los enfermos, un albañil que vive en pobreza y escribe, quizás, más poesía y música de lo que tenemos. Sí, podría ser un santo excelente, pero no sería el “Francisco de Asís” que conocemos.
Hasta aquel momento que podemos imaginarnos en los primeros meses del 1208, la historia de dos santos, Francisco y Clara, en realidad es la historia de dos soledades. Y podría haber quedado así si algunos acontecimientos y algunas personas no los habían acercado.
?Qué produjo el cambio? Más bien, casi inmediatamente queremos preguntar ?Quién produjo el cambio? En último término, estamos de acuerdo con ellos cuando nos dicen que era el Señor Jesucristo por medio del Espíritu y Su “santa operación” que produjo el cambio. Mas en un modo muy concreto, osea en la manera a menudo preferida por el Señor, la persona que produjo el cambio era, según yo, un vecino, alguien que vivía “entre” los mundos de un Francisco aislado y una Clara aislada. Se llama Bernardo de Quintavalle. Si nos fijamos en la casa de Asís que conocemos como la casa de Bernardo, no se encuentra ni cerca de ninguna “casa paterna” de Francis, ni muy cerca de la nueva catedral de San Rufino. Se queda más bien cerca de la antigua catedral de Santa Maria, a una cierta distancia de los lugares asociados con Francisco y Clara.
?Porqué indicar a Bernardo como la persona con este papel? Es un aristócrata, hombre rico, honrado, una persona de importancia en Asís. Pero él es el “primogénito” de Francisco, por el cual el Pobrecillo tenía un cariño especial. Su decisión de seguir a Francisco en su “vida y hábito” le asegura un papel importante en nuestra historia. Con aquel Pedro que se suele identificar como Pedro de Catanio, se une a Francisco, provocando un cambio en lo que era hasta el momento la historia de un individuo aislado. Van juntos, buscando consejo in una iglesia de Asís, descubriendo los tres textos evangélicos que serán conservados en la Regla no bulada. Francisco se recuerda que “el Señor mi dio hermanos” y “me reveló que debería vivir según la forma del santo Evangelio.” Entre poco llegaron otros, y lo que nos preparamos a celebrar en el 2009 es su petición de aprobación de la forma de vida escrita “en pocas palabras y sencillamente.”
Con los acontecimientos llamativos de la venta de las propiedades de Bernardo y la erogación a los pobres de la ciudad, ?podían callarse los chismosos de Asís? ?Tardó mucho la difusión de la noticia de que el hijo de Pedro Bernardone había atraído a otros en su vida de penitente?
Mientras tanto, Clara se queda sola, en casa de su padre, rodeada del ruido de los caballeros y de la construcción de San Rufino, rechazando las propuestas de matrimonio que varios le ofrecían. ?Habría podido bajar en la calle, preguntando a los tenderos sobre la conversión de Bernardo? ?Habría corrido a la plaza pública para ver el reparto de sus riquezas entre los pobres? Las costumbres de la época no aprobaron una semejante acción, y no tenemos elementos que indican que se permitió comportarse en modo tan escandaloso (todavía no).
El Señor sigue trabajando con un plan que a nosotros nos parece tan claro en nuestros tiempos, mirando hacia atrás, mas poco claro para aquellos que vivían en aquellos días.
En el 1209, en una fecha imprecisa, aparece en nuestra historia una figura nueva. Tiene unos cuarenta años, un académico, teólogo y jurista, formado en París y Bolonia, un aristócrata de la sociedad con una posición influyente en la Iglesia, se llama Lotario dei Conti di Segni, y nosotros lo conocemos como Papa Inocencio III. ?Qué papel tiene en nuestra historia?
Con el grupo de sus compañeros, Francisco se presentó al Papa para pedir la aprobación de su modo de vivir según la forma del santo Evangelio. Según las distintas fuentes que tenemos, Inocencio III o dio fácilmente la aprobación o la dio solo después de algún momento de indecisión. Pero parece claro que les dio una aprobación a Francisco, Bernardo, Pedro y los demás que compartían este proyecto de vida evangélica, “los penitentes de Asís.”
La confirmación pontificia incluyó alguna autorización para “predicar la penitencia,” es decir, invitar el público a la conversión moral, sin entrar en la predicación oficial de teología doctrinal.
Una tal autorización abre el paso a Francisco que predica en su pueblo de Asís. Y cuando predica, con el permiso y sin duda el consentimiento del obispo Guido de Asís, una joven aislada, bien acompañada, escucha sus palabras. ?Tuvo lugar a la nueva catedral de San Rufino? ?Había estado en varios lugares de la ciudad? ?Se trata de una ocasión o algo más frecuente? No podemos decir mucho. Pero se formó un vínculo entre los hermanos, Francisco, Bernardo, Pedro, y la joven dama de la nobleza, Clara.
Según nuestros cálculos, alrededor del 1209, la historia de “dos soledades” se transformó en historia de un deseo común, lo de seguir las huellas y la pobreza de nuestro Señor Jesucristo. No se trató de ponerse de acuerdo en un proyecto común que ellos mismos habían elaborado, sino más bien la escucha de una voz común, aunque cada uno escuche con su sensibilidad distinta, una voz que habó en el profundo del corazón “las fragantes palabras del Señor”.
Con la decisión de “Doña Clara” en la cuaresma del 1212 de dedicarse a la vida según el santo Evangelio, como hicieron Francisco y sus hermanos, las “dos soledades” se transformaron mas no se abolieron. Hubo un vínculo profundo entre Francisco con sus hermanos y Clara con sus hermanas en San Damián, mas tenemos poca evidencia de encuentros de Hermano Francisco con Hermana Clara. La presencia de los hermanos era importante para as hermanas de San Damián, y la estima de Clara para con ellos se expresó cuando, junto con las hermanas, tomó la decisión de abstener de comida material cuando los hermanos que les ofrecieron la comida espiritual se remplazaron por capellanes cistercienses. Los dos santos de Asís se comprometieron a la misma vida, difícil y alegre, de discípulos mas por separado, in modos distintos.
Mientras empezamos nuestra conmemoración de la aprobación de la “vida según el santo Evangelio” otorgada por Papa Inocencio III hace tanto años, podemos vislumbrar al horizonte los aniversarios de los 800 años del compromiso de San Francisco y Santa Clara de vivir esta vida evangélica. Podemos subir la tentación de conmemorar estos acontecimientos en forma “folklórica”, fingiendo ser Frailes Menores y Hermanas Pobres del siglo 13. Podemos tomar la decisión de hablar en latín todo el año, comiendo solo gachas del siglo 13. Ya sabemos que gestos semejantes no podrían comunicar ningún sentido de las cosas más importantes en la vida de Francisco y Clara.
Nuestro desafío es otro: dedicarnos al discernimiento, en un espíritu de oración, pidiendo que el “Espíritu del Señor y Su santa operación” iluminen nuestra imaginación. Podemos preguntarnos:
?Qué signo o ejemplo podemos ofrecer a las personas de nuestro tiempo para indicar el Evangelio como fuente y sentido de nuestra vida franciscana? ?Podría ser un signo común propuesto tanto por los Hermanos Menores como por las Hermanas Pobres?

?Cuales son los elementos de nuestro modo de vivir la vocación evangélica que requieren una renovada cura, revitalización, aún reforma?

?Cual es la “palabra” que estamos llamados a proclamar hoy en la Iglesia y en las sociedades que nos rodean? ?Hay una “palabra nueva” que surge del profundo de nuestro corazón?

?Hay un ejemplo creativo y original que nos sentimos llamados a vivir hoy? ?Quizás un ejemplo imposible a concebirse en las generaciones precedentes? Es decir, ?tenemos algo que hacer que es nuestro, único en estos tiempos? algo que non solo continúa mas realza el modo de vivir una vida según el santo Evangelio.
Las preguntas las hago porque tenemos que enfrentar siempre la tentación de cualquier centenario, la de la auto-felicitación. Más bien, con nuestros corazones vueltos al Señor, tenemos que cuestionarnos sobre lo que actúa el Espíritu Santo en nuestros días, y responder con generosidad, indicando a los demás aquella “santa operación,” y apoyándola con nuestra colaboración, limitada y preciosa. Estoy seguro de que ustedes habían recibido en estos días la inspiración del “Espíritu de Señor,” que ha trabajado en medio de todas. Mientras escuchamos las sugerencias que han surgido en estos días de escucha, oración y diálogo, escuchemos la voz del Verbo Encarnado que nos habla a través de nuestras Hermanas.

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